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El día en que decidí convertirme en mi propia jefa

  • Foto del escritor: Ilb Lastra
    Ilb Lastra
  • 21 jul 2016
  • 2 Min. de lectura

Tengo 28 años, un trabajo fijo en una empresa y un sueño: convertir mi pasión en mi profesión. Nadie ha dicho que será fácil, pero todos los grandes sueños comienzan con un pequeño comienzo. Y hoy es el día para dar el salto, para atreverse, para comenzar. Me gustan las personas que apuestan por sus sueños, aún a riesgo de perder, y yo no voy a ser menos.

¿El motivo de esto? Ser un poco más feliz. No hay otro. La felicidad es gratis y está más cerca de lo que todos pensamos. Así que, ¿a qué esperamos para ir a por ella?

A mi me hace feliz un papel en blanco que rellenar con palabras, las historias bonitas y pequeñas que suceden a nuestro alrededor y que pasan desapercibidas, los pequeños gestos que sacan sonrisas. Mi intención es contároslo y que también vosotros viváis esa pasión. Vivimos tiempos extraños, a menudo tristes, pero debemos aprender a mirar la vida con otros ojos. Porque sí, porque la vida está repleta que hacen sonreír con los ojos.

Hoy es el día que decidí convertirme en mi propia jefa, pero si el sueño no sale bien, siempre nos quedarán esas cosas sencillas que nos hacen felices día a día. Estas son mis favoritas.

*Compartir un pan con aceite:

Las cosas sencillas, las de toda la vida, son al final las más buenas y las más de verdad. Aquellas cosas que siempre están ahí, sin artificios. ¿Qué mayor placer hay, por ejemplo, que untar unas buenas rebanadas de pan con aceite y compartir ese momento con los que más quieres? Así, todos los días empiezan con buen pie.

*Perderse, esfumarse, desaparecer:

Perderse, ir todo lo lejos que puedas, y luego un poco más. Sentir la brisa en la cara mientras vas dejando el paisaje en tu espalda. Cuando sientes que ya no puedes más y todo parece estar en tu contra, lo mejor para despejar la mente de ideas negativas es escaparse, esfumarse. Es gratis y no deja efectos secundarios.

*Reírse a mandíbula batiente:

Aprender a reírse de casi todo, empezando por uno mismo; reírse incluso de las cosas que según nos enseñan, no debemos reírnos. Y es que la risa es otra de las cosas buenas y sencillas que tiene la vida. Así que ponte esa peli absurda de humor facilón... y empieza a reírte a mandíbula batiente, pero ya. Si además va acompañada de un bocadillo de nocilla y un buen cubo de palomitas, entonces será perfecto. ¡No se lo digas al nutricionista!

*Un viaje a la nostalgia:

La nostalgia es un arma de doble filo, pero da igual, una buena sesión de nostalgia siempre es bienvenida, y es una buena inyección de felicidad con efectos más o menos duraderos. Prepárate para una sesión de karaoke de clásicos de los 90 o para una partida con la vieja consola de 16 bits que aún guardas en el trastero. Ya sabes: los clásicos siempre vuelven.


 
 
 

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